Una reflexión sobre la concepción de especie compañera de Donna Haraway y la idea de Canek Zapata en torno a la computadora como una compañera, trajo consigo el concepto de una entidad virtual presente en nuestros días. Pareciera que la idea de Zapata se restringirá a un solo dispositivo, pero se extrapola a todos aquellos dispositivos que pueden considerarse un aparato computacional, como smatphones, tabletas, asistentes personales, etc. Entendiendo que estos dispositivos pueden conectarse con una gran cantidad de personas y aparatos tecnológicos, encontramos cercanía a las relaciones tentaculares de Haraway. Sin embargo, la extrapolación de dichos escenarios nos permiten llegar a una visión en la que existe una especie compañera virtual, que puede habitar en más de un dispositivo, un ente con cualidad mutable y transmedia. Además, tiene la característica de la movilidad, capacidad de incluir diferentes identidades virtuales de un individuo o bots; así como la capacidad de almacenamiento de memorias intangibles o digitales.
Esta sombra o entidad virtual es diferente a una inteligencia artificial, pues puede cruzarse con varias de ellas, puede valerse de una inteligencia artificial para reproducir ciertos contenidos o medios, o puede acceder a otras plataformas en las que se requiere una identidad virtual para generar contenidos. Por ejemplo, cierto usuario puede utilizar un dispositivo tipo asistente personal en un punto A, para reproducir música de una plataforma de streaming, dicha plataforma requiere de un acceso de el usuario mencionado; posteriormente se traslada a un punto B, lejos de su asistente personal, y accede a la misma plataforma mediante un dispositivo de telefonía móvil y por otro lado, entrar a una red social para generar contenido audiovisual; finalmente regresar al punto A, descargar el contenido generado en el dispositivo móvil a una computadora de escritorio, editarlo y publicarlo en varias plataformas de social media. Todo este recorrido nos deja ver la presencia de algo más que una inteligencia artificial, más allá de una relación con un dispositivo, algo así como un camino acompañado de una presencia virtual mutable.
En cuanto a la creación artística, ¿puede esta entidad virtual ser parte del proceso creativo, co-autorX de una obra artística? De la misma manera en la que esta entidad virtual puede cambiar de forma entre dispositivos. Con el apoyo en desarrollos de creación digital, dicha presencia puede mutar de soporte, formato de almacenamiento, reproductor multimedia; a creador de contenidos. No solo de los contenidos, registros formulados por un humano, sino de contenidos creativos basados en algoritmos, y que hoy en día pueden crear no solo escritos, sino elementos visuales, sonoros y multimedia.
En cuanto a los bots, Leonardo Flores (director de la Electronic Literature Organization de 2020 a 2022) preguntaba en redes sociales: ¿Necesitas más contenidos de bots para tu feed de Twitter? Es una pregunta tipo infomercial para acceder a una nueva propuesta del artista, pero también puede considerarse como una reflexión, ¿crear contenidos con bots debe pensar en las necesidades de los consumidores? ¿debe existir una propuesta que busque resolver alguna necesidad humana? No debería ser una regla, pero puede tomarse como un parámetro de exploración.
El proceso de comunicación con una entidad virtual vislumbró un camino que no llamaría necesidad, que sí inquietud; que justo es aquel que toca la comunicación con entes no humanos. Expresiones como aquella de Stanislaw Lem y el Electrobardo, una maquina poeta capaz de vencer a los grandes plumas de aquel universo; o la aproximación al lenguaje de las hormigas por Úrsula K Le Guin; la comunicación con una máquina creadora de pájaros, que crea todo, menos pájaros de Gerardo Arana; la aproximación a una elocuencia de la flores por Maurice Maeterlinck; o la ingerencia de poesía en el ADN de bacterias de Christian BöK. Todo esto, en el centro de un huracán combinatorio como lo es un bot puede, quizá podría ser una respuesta a dicha inquietud.
Ahora bien, de regreso al concepto de especie compañera, esta entidad virtual, que pareciere está a completa disposición de los deseos humanxs, si la enmarcamos en el Chuthuluceno, esta utopía de una alianza entre especies que se organiza para revitalizar un planeta devastado. ¿Hay una forma de ver la relación con la entidad virtual como una alianza para generar un mejor mundo? un contrato de colaboración no parece tan descabellado. Sin enmbargo, en un contexto de colaboraión para generar contenidos artísticos o creativos, se requiere una visión alejada del contexto capitalista, repensar el concepto de autoría, o más bien pensar en el concepto de autorías colectivas, alejados de los derechos reservados y cerca de lo colaborativo.
Ya planteadas dichas bases, ¿Cuales serían los siguientes pasos para continuar con esta colaboración? parece que el terreno de la literatura electrónica y el arte digital es un escenario vital para repensar una relación con lo digital, más allá de una consideración como dispositivos, herramientas, software. Tocará a lxs creadorxs humanxs pensar que esta sombra, esta presencia digital que los acompaña en sus creaciones puede considerarse una entidad vital, colbarodara, amigx.